lunes, 17 de agosto de 2009

Los secretos de Cristóbal López, amigo de Kirchner y rey del juego



Desde que el matrimonio K llegó al poder, el negocio del juego explotó. El comodorense más poderoso Cristobal López, ya controla de punta a punta del país esa mina de oro, dice Clarín en su edición dominical. Además afirman que factura casi 1000 millones de dólares anuales, con rubros que van de los casinos al petróleo.

Desde hace seis años hay una industria que no para de crecer, sólo conoce de ganancias y empresarios florecientes: la del juego. Argentina es el mayor mercado de América Latina para el negocio de las apuestas. Aunque la economía local es más chica que la de Brasil y México, ninguno de esos dos países brindó tantas autorizaciones para que casinos, bingos y tragamonedas se desarrollaran como en la Argentina. Según los cálculos conservadores, es un negocio de $ 30.000 millones anuales. Pero algunos creen que esa cifra sólo es la oficial y que las apuestas mueven más de $ 70.000 millones anuales.

Mientras Lotería Nacional, que supervisa la actividad del juego en el país, dejó de publicar datos en 2005, la administración de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fue pródiga a la hora de abrirle el juego a varios allegados, entre los que se destaca Cristóbal López. El patagónico arrancó con los bingos y casinos en Chubut, en 1991, pero creció exponencialmente en los últimos seis años de gobierno kirchnerista. "No soy palo blanco (testaferro) de Kirchner", repitió López en entrevistas con Clarín. Sin embargo, admite que sus negocios crecieron al calor de los buenos contactos con Olivos, adonde concurre cada vez que pisa Buenos Aires.

Cristóbal López ya controla una gran parte del juego en la Ciudad de Buenos Aires. Según cifras oficiales, de los $ 2.284 millones apostados en 2008, las empresas vinculadas a López mordieron algo más de $ 1.600 millones.

El empresario es propietario, junto con socios locales, de la mitad de la firma Casinos Flotantes. Allí tejió una alianza con la ibérica Cirsa, propiedad de Manuel Lao tras una operación extraña, cocinada entre conflictos sindicales y presiones políticas. Además, es socio de Federico de Achával en el Hipódromo de Palermo y proveedor de las 3.400 máquinas tragamonedas de ese complejo de juego. El empresario le admitió a Clarín que posee el 25% de los barcos. En Palermo, dice no ser "socio" sino "proveedor" de las máquinas que allí funcionan. A cambio de esa prestación, se queda con un 22% de la facturación.

Su buen diálogo con la administración Kirchner permitió que el ex presidente le extendiera, antes de dejar la Casa Rosada, el permiso de explotación del Hipódromo. El mismo vencía en 2013 y fue prorrogado hasta 2032. Sólo en ese lugar, donde cada vez hay más tragamonedas, se juegan alrededor de $ 1.000 millones anuales. En los barcos, hay apuestas por otros $ 600 millones.

Casino Club es la empresa de juegos más importante del país, aunque López dedica sus esfuerzos de relaciones públicas a desmentirlo. "Codere es más importante", declara. La española, que maneja bingos en el Gran Buenos Aires, declaró ventas de 352 millones de euros en 2008 (a cambio de hoy, serían $ 1.936 millones).

Según otros actores del sector, Codere vendría en un segundo lugar del ranking, después de López. En 2008, ganó 110 millones de euros netos o antes de impuestos (más de $ 550 millones) en sus 14 bingos.

La provincia de Buenos Aires es para López la verdadera joya de la corona, por eso el acceso al prolífico conurbano norte obsesiona a los ejecutivos de Casino Club, que ven cómo ese rincón sólo beneficia a Trilenium. Quieren instalar maquinitas tragamonedas en el hipódromo de San Isidro.

Los titanes del juego no dejan de girar la rueda mágica. La griega Intralot compró la tecnológica especializada en el sector Tecno Acción en asociación con Casino Club. En aquellos lugares en los que no puede entrar, López busca ser el proveedor de maquinitas.

Por último el matutino de mayor tirada del país aseguran que López está preocupado por la presión de la Iglesia y las denuncias de políticos como Elisa Carrió sobre el tema. "Tenemos una batalla perdida que es la opinión pública", admiten en privado.